Conflicto inmediato, el agua fósil

Gran parte del agua dulce proveniente de la precipitación se infiltra en el suelo y puede o bien acabar aflorando en forma de manantiales o nacimiento de ríos, o bien permanecer bajo el suelo, alojada en acuíferos, durante miles y hasta en ocasiones millones de años, aislándose por un largo tiempo de su ciclo normal quedando inutilizable para la mayoría de los seres vivos. Hablamos del agua fósil.

Estudios empleando radiocarbono muestran que muchos acuíferos contienen agua sellada y “fosilizada” desde la última glaciación, es decir hace más de 40.000 años. Posiblemente el record de antigüedad lo tiene un bolsón de agua descubierto en mayo de 2013 en una mina canadiense, a 2400 metros de profundidad. Éste agua procede del Precámbrico, con una antigüedad de entre 1500 y 2640 millones de años, es decir, casi la mitad de la vida de nuestro planeta. Uno de los reservorios de agua fósil más grandes está ubicado en Ogallala, Estados Unidos, pero destacan los del continente africano. Sólo en el norte de África, existe medio millón de kilómetros cúbicos de agua fósil.

Regadios en Kansas, las formas circulares son debidas a los sistemas de riego.

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Beber agua fósil es algo habitual en muchas regiones y se ha hecho a lo largo de nuestra historia tan pronto tuvimos una tecnología mínima para horadar la tierra. Descubrimientos como los del agua fósil en el subsuelo de Kenia revelado el año pasado tienen una gran incidencia en la población humana. La disponibilidad de agua dulce en estas regiones del planeta es crucial para la igualdad social y entre sexos, así como para la educación, y el desarrollo en general. Se estima que estos acuíferos garantizarán el suministro de agua a Kenia para los próximos 70 años, un país donde 17 de sus 41 millones de habitantes no tienen acceso a agua potable. ¿Se planeará mientras tanto qué hacer con esos millones de personas cuando el agua fósil se acabe?

Seguiremos perforando la tierra en busca de un agua subterránea que ha tardado miles de años en almacenarse para sacarla de su refugio y consumirla en poco tiempo. Lo preocupante es que parece que esto no nos preocupa.

En regiones secas como Libia, el agua es más valiosa que los combustibles fósiles ya que es crucial para el consumo humano. En 1984 el gobierno de Libia lanzó el proyecto The Great Man-Made River y construyó una extensa red de tuberías y depósitos para llevar a la población el agua subterránea que se obtiene de 1300 pozos que se adentran en el subsuelo del desierto.

De igual manera, que ocurre con los combustibles fósiles, tienen fecha límite ya que prácticamente no se reponen. Por tanto a largo plazo es un error pensar en su utilización porque si se conforma todo un sistema dependiente de esa riqueza fósil, al terminarse será infuncional y todas aquellas personas dependientes de él sufrirán una gran amenaza, sin descontar la propia conservación de un tesoro natural.

Más espectacular y de efectos más irreversibles es la extracción de agua del subsuelo en los Emiratos Árabes, en pleno desierto. El agua geológica extraída se emplea, entre otras cosas, para abastecer una costosa red de regadío, e incluso se destina a crear nieve en pista de Ski Dubai. El agua fósil genera conflictos de todo tipo, no sólo bélicos y diplomáticos si no también éticos y humanitarios.