Pirófitos

La existencia de especies que, como muchas de los géneros Cistus, Eucalyptus o Pinus, sólo diseminan eficazmente tras el paso del fuego, o el caso de la Proteácea australiana Banskia, cuyos frutos leñosos no sólo retienen semillas viables durante años, sino que acumulan grandes cantidades de nutrientes hasta que unas y otros son liberados tras el incendio, son ejemplos notables de esta dependencia que, en diversos grados, presentan muchos otros vegetales, llamados por ello pirófitos.

El fuego, como elemento natural, es un factor más entre los que definen la estación y ha contribuido, desde siempre, a la repartición y selección de las especies, a la composición de las formaciones vegetales y a la estabilidad, alternancia o sucesión de sus etapas, hasta tal punto que, en muchos casos, es necesario para la multiplicación de ciertas especies y la regeneración de sus formaciones. En todo el mundo hay evidencias biológicas y paleontológicas de esta relación, si bien ésta es más estrecha en regiones climáticas en las que existe un período seco, más si éste coincide con la estación cálida, como ocurre en los climas de tipo mediterráneo.

Los registros polínicos obtenidos en diversos tipos de yacimientos sugieren cambios de vegetación que, en muchos casos, puede relacionarse con vestigios de incendios representados por capas carbonizadas. Muchos árboles multicentenarios, especialmente algunos Pinus aristata y ejemplares de Sequoia en California, han conservado en sus anillos de crecimiento huellas de incendios más o menos periódicos y perfectamente datables, que también constituyen una fuente evidente de información sobre características y efectos de incendios pretéritos.

Hay también indicios de asociación de ciertas especies a zonas en las que, de siempre y de forma permanente, han existido causas naturales de incendio. La progresión de los pinos desde el Plioceno y las áreas de algunos de ellos en Siberia y en América del Norte se han relacionado con la influencia del fuego. Seguramente no es casualidad que un pino insólito por su capacidad de rebrote tras el fuego, Pinus canariensis, sea la única especie del género que aparece en las islas Canarias, archipiélago de historia y origen volcánicos. Asimismo pueden relacionarse áreas conocidas por la frecuencia de tormentas secas con la persistencia en ellas de formaciones más o menos pirófilas.

cortafuegos

 Los efectos en el suelo tras un incendio:

La eliminación de la cubierta vegetal, la combustión de la materia orgánica y la temperatura desarrollada por el fuego producen en el suelo cambios de sus propiedades físicas, químicas y biológicas, cuya magnitud depende, por un lado, de la intensidad y duración del incendio y, por otro, de la disposición, estructura y grado de humedad del propio suelo. El calor consume parte de la materia orgánica y destruye los agregados, que acaban dispersando los impactos de las gotas de lluvia. En el suelo descubierto tras el incendio, y frecuentemente ennegrecido por las partículas de carbón, con un albedo generalmente muy inferior al de una superficie cubierta de vegetación, aumentan la temperatura y la evaporación, al tiempo que disminuyen la absorción y retención de agua, la porosidad, la aireación y la capacidad de infiltración superficial. El balance suele ser una reducción de las disponibilidades de agua y un aumento de la escorrentía y del peligro de erosión.

Otra alteración frecuente e importante en muchos suelos calcinados es la formación de capas impermeables al agua. Las sustancias hidrófobas presentes en el tejido esponjoso que forma el mantillo, al arder éste se condensan bajo la zona recalentada del suelo, a varios centímetros de la superficie, formando una capa que puede impedir el paso del agua. Este fenómeno, descrito en principio para ciertos suelos arenosos, lo hemos observado en otros tipos de suelo; sus efectos pueden prolongarse durante algunos años, contribuyendo al aumento de la escorrentía, con el peligro de erosión subsiguiente. El grado de erosión previo puede hacer que el proceso se acelere. El bosque quemado, principalmente cuando se trata de pinares, es preferible que se quede como está. Los pinares tienen su respuesta natural para los incendios, brotarán millones de pinos nuevos, muchos más que cualquier número que se intente plantar.

Tipos de adaptaciones para adaptarse al fuego:

Plantas pirófitas con resistencia pasiva al fuego

Estas plantas deben su resistencia a su alto contenido en agua, caso de las plantas suculentas como la Aloe vera. También encontramos algunos árboles como Quercus suber o el género pinus en general,  que presentan unas cortezas muy gruesas y porosas, capaces de aislar el interior del árbol.

Plantas que rebrotan del tallo tras el incendio

Estas platas y arbustos son capaces de brotar de nuevo tras un incendio, aunque su parte aérea haya sufrido los efectos del incendio. Para ello, las yemas de la parte inferior deben de haber resistido al paso del fuego. Los brotes nuevos presentan un crecimiento vigoroso debido a los nutrientes aportados por el incendio en forma de cenizas. Algunos ejemplos de este tipo de planta son: Juniperus oxycedrus, Quercus ilex, Erica arbórea

Plantas brotadoras de bulbo tras el incendio

Estas platas están diseñadas expresamente para soportar incendios de baja y media magnitud. Los bulbos suponen mecanismos de resistencia, donde la plata guarda nutrientes y agua para su posterior rebrotación, entre estas especies la Ophris lutea.

Plantas con germinación mediante semillas

Este tipo de estrategia, consiste en colonizar zonas que han sufrido el paso del fuego recientemente, germinando la zona con nuevas semillas. El calor que produce el fuego, hace que los receptáculos de las semillas exploten, liberando las semillas. Al caer al suelo estas semillas, no encuentran competidores, ya que han sido quemados y por otro lado encuentran un gran número de nutrientes aportados por las cenizas. Otra especie importante es el romero o Rosmarinus officinalis. Los pinos son los reyes del mundo de las plantas pirófitas. Las piñas de los pinos presentan un mecanismo por el cual cuando sufren de grandes temperaturas estas estallan liberando al medio todos sus piñones. Los piñones por el contrario no sufren daño alguno, al estar recubiertos por una gruesa capa.