Piedras preciosas
Como ya sabemos, el ser humano, desde su aparición, siempre ha sentido devoción y dotado de un cierto misticismo a las piedras preciosas o extrañas o piedras muy difíciles de encontrar en la naturaleza, confiriéndoles diferentes usos: para la ornamentación, como símbolo de poder y exclusividad, asociadas al culto de determinadas deidades e incluso utilizándolas para sanar o para todo lo contrario.
Las piedras preciosas y las piedras semipreciosas son, casi en su mayoría, minerales; algunas de ellas, sin embargo, son orgánicas como el ambar.
Para poder distinguir entre piedras preciosas y piedras semipreciosas se utilizan tres factores:
- La escala de dureza de las mismas (lo que garantiza su durabilidad), que, además, tradicionalmente coincide con las piedras o gemas preciosas por excelencia (la piedra preciosa más dura que existe es el diamante, como ya hemos vistos en los artículos anteriores).
- La rareza, escasez o dificultad para encontrarlas en la naturaleza.
- Su belleza y perfección. Cuando hablamos de la belleza y perfección de una piedra, ya sea preciosa o semipreciosa, nos referimos a su color, brillo, transparencia y pureza. Una piedra preciosa pura, sin imperfecciones y con un color radiante, puede tener un valor incluso superior al de un diamante de similares características.
Las tres únicas piedras o gemas consideradas preciosas –además del diamante- por los factores anteriores son el rubí, la esmeralda y el zafiro azul.
Décadas atrás, también se consideraba la amatista como una piedra preciosa, pero después del descubrimiento de los enormes yacimientos en Brasil pasó a formar parte del grupo de las piedras semipreciosas, al no ser tan escasa y rara.
Rubí: Su denominación proviene del latín ruber, que significa rojo. Su principal característica es el intenso y brillante color rojo que su propio nombre indica. Este color es debido a los metales que lo componen, el hierro y el cromo. Pertenece a la familia del corindón –igual que el zafiro- y tiene una dureza de 9 en la escala de Mohs. Es la piedra de mayor dureza después del diamante.
Cuando se extrae de la naturaleza, el rubí presenta un aspecto parco y tosco, pero, una vez seleccionados los que se van a utilizar en joyería y después de ser tallados, adoptan ese exclusivo tono radiante que les hace tan majestuosos. A tener en cuenta que solamente entre el 1% y el 5% de los rubíes extraídos de la naturaleza son seleccionados para su uso en joyería.
Esmeralda: Su nombre proviene del persa; su significado es “piedra verde”. La esmeralda ha sido siempre muy valorada, ya que, a pesar de que existían otras piedras verdes, la única cristalina era la esmeralda. En la actualidad, conocemos otras piedras cristalinas de color verde, pero ninguna de ellas es comparable en color y transparencia a la esmeralda. Pertenece a la familia del Berilio y tiene una dureza de 8 en la escala de Mohs.
Únicamente el 30% de las esmeraldas extraídas en las minas son talladas para su comercialización en joyería, y de éstas sólo en el dos por ciento de ellas no se aprecian inclusiones a simple vista. De ahí, su rareza y alto valor de cotización en el mercado.
Zafiro Azul: Su característica distintiva es su intenso color azul; aunque existen zafiros de otras tonalidades, el más valorado y apreciado es el zafiro azul. A cualquier Corindón de color distinto al rojo se le denomina zafiro; de ahí que se adjetive y se le denomine zafiro azul.
Como el rubí, el zafiro azul tiene una dureza de 9 en la escala de Mohs. Su rareza aumenta a diario, ya que muchos de los yacimientos de zafiros se encuentran agotados, en la actualidad, y los que se descubren no pueden cubrir la demanda.