Los Mosuo 摩梭

La provincia suroccidental de Yunnan la que presume del crisol más multicultural y rico en dialectos milenarios. Entre sus etnias, cada una con sus creencias y peculiaridades, hay una que destaca por mantener una sociedad matriarcal, prácticamente un fósil sociológico: los Mosuo. Es complicado catalogar su estructura social, pero lo que está claro es que las mujeres tienen la sartén por el mango y se libran de los prejuicios que las condicionan en tantas otras partes del mundo. Las féminas mosuo se ocupan de las finanzas del hogar (dinero que se obtiene principalmente de la agricultura y la ganadería), toman las decisiones importantes y se protegen dentro del clan familiar. Cuando cumplen trece años alcanzan la madurez y logran su independencia mudándose, dentro de su misma casa, a la “habitación florida”, mientras que sus hermanos siguen compartiendo cuarto. Es en este recinto íntimo donde, cuando les apetece (no necesariamente tan jóvenes) invitan a su pareja a pasar la noche. Entre los mosuo no existe el ritual del matrimonio occidental, pero sí que a sus relaciones se les llama “matrimonio ambulante”. El hombre pasa la noche en la habitación de su amada y cuando amanece vuelve al hogar de su madre.

Los poblados mosuo, con firmes creencias budistas tibetanas, se asientan en las orillas del lago Luhu. Su destino está inexorablemente vinculado con el de este espejo cristalino, sorprendentemente limpio, que forma un paisaje lleno de calma. Los Mosuo le llaman “madre Luhu”, porque en su vocabulario son los conceptos femeninos los que destilan poder.

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Encuentros a medianoche

La última leyenda urbana dice que los hombres Mosuo no trabajan, descansan todo el día y mantener así su energía para las visitas nocturnas a sus amantes.

La realidad es que los hombres tienen que encargarse de la pesca, de la agricultura, del ganado y de la conservación de la carne para el invierno. Además, incluso si los niños viven con su madre, los hombres no están exentos de responsabilidad filial: tienen que cuidar de los hijos de sus hermanas. El resultado es una estructura familiar mucho más estable que aquella a la que estamos acostumbrados. Los divorcios no existen, la custodia de los niños no está en cuestión (los hijos pertenecen a la familia de la madre), y no hay disputas por la herencia como en una relación y no hay distribución de los bienes materiales.

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