El origen del miedo
Una de las sensaciones más intensas que podemos sentir los seres humanos es la del miedo.
Existen muchos tipos de miedo y son pocas las personas que pueden decir que no le temen a nada. Ya sean físicos o sicológicos, afectan por igual y desencadenan reacciones similares: miedo a lo desconocido, a la vejez, la enfermedad, la pobreza, el ridículo, el fracaso, la soledad… en fin, un sin número de preocupaciones que se relacionan con el tipo de personalidad y la historia que tiene cada uno. Sin embargo, hay coincidencia en las opiniones que dicen que detrás de cada miedo o temor, subsiste el miedo supremo a la muerte.
El miedo que es muy útil en el mundo animal para enfrentarse a situaciones de peligro, tiene un origen similar, pero efectos distintos en nosotros los humanos. Forma parte del instinto de supervivencia y físicamente tiene el efecto de producir un bloqueo a nivel cerebral y activar la respuesta para el escape o el ataque. El corazón late más rápido, repartiendo adrenalina a través de todo el cuerpo, se altera la frecuencia respiratoria, sube la glucosa y la coagulación. Se suspenden todas las actividades corporales que no son fundamentales para la sobrevivencia. Es así como se producen bloqueos en el lóbulo frontal y la sangre se desplaza a los músculos mayores para prepararse para huir o atacar.
Eckhart Tolle en su libro “Una nueva Tierra”, habla del miedo como una de las emociones tóxicas causadas por la mente. La voz de la mente, que no es otra que nuestra personalidad, relata una historia que desencadena reacciones en el cuerpo, que cree en ella. Estas emociones alimentan nuevamente a la mente, generando un círculo vicioso del que no es sencillo salir. La manera de hacerlo es reconocer este mecanismo, desenmascarar estos pensamientos negativos mirándolos desde una perspectiva del observador. Tomando conciencia y distancia del proceso.
Vivir en el presente, disfrutando cada segundo de vida, permite alejarse de la sensación de incertidumbre o de temor frente a cualquier cosa que pueda pasar. Esto también es válido frente a un peligro real. La pregunta dice Tolle debe ser ¿Estoy en peligro en este momento? Si es así, efectivamente eso obliga a una reacción frente a ello. Pero la mayoría de las veces nos damos cuenta que hemos estado alimentando una emoción que nos consume y nos impide llevar adelante nuestros sueños.
El miedo parece tener muchas causas. Miedo a la pérdida, miedo al fracaso, miedo a ser dañado, etcétera, pero a final de cuentas, todo temor es el miedo que el ego siente frente a la posibilidad de morir, de desaparecer, de ser ignorado. Para el ego, la muerte (en cualquier sentido) siempre se halla a la vuelta de la esquina. En este estado de identificación con la mente, el temor a la muerte afecta todos los aspectos de tu vida. Por ejemplo, incluso un asunto que aparentemente es tan trivial y “normal”, como la necesidad de tener la razón en una discusión y lograr que la otra persona sea la que está equivocada defender la posición mental con la que te has identificado se debe al temor a la muerte. Estar equivocado es igual a morir.
Mientras la mente egótica siga dirigiendo tu vida, no podrás sentirte realmente a tus anchas; no podrás estar en paz o sentirte pleno excepto por breves instante, cuando obtengas lo que deseabas o se satisfaga un anhelo. Puesto que el ego es una sensación de sí mismo “derivada”, necesita identificarse con cosas externas. Necesita defensa y alimentación continua. Las identificaciones más comunes del ego guardan relación con las posesiones, el trabajo que haces, el status social y el reconocimiento, el saber y la educación, la apariencia física, habilidades especiales, relaciones con los demás, historia personal y familiar y sistemas de creencias; y, con frecuencia, también identificaciones colectivas, como por ejemplo, políticas, nacionalistas, raciales o religiosas. Ninguna de éstas eres tú.
El secreto de la vida es “morir antes de que te mueras” y descubrir que la muerte no existe.