Una solución a la desesperada
En el parque de conservación de Ol Pejeta (Kenia), los veterinarios que conviven a diario con estos tres últimos ejemplares de rinoceronte blanco del norte, buscan soluciones desesperadas para hacer frente a una situación extrema: intentar salvar la especie. Y el tiempo corre en su contra.
Desde que los tres rinocerontes llegaron hace seis años a la reserva, los embarazos naturales han sido inexistentes ya que la especie, incluso en zonas donde está protegida, presenta una tasa de natalidad muy precaria. La única opción que muestra un hilo de esperanza, es desarrollar métodos de reproducción asistida para permitir que nazcan nuevas crías de rinoceronte blanco del norte. Aunque no hay ninguna garantía de éxito y conlleva riesgos, los expertos consideran la fecundación asistida como la única vía de supervivencia de la especie tras haber agotado otras posibilidades.
Tras la muerte a finales de noviembre de Nola, una rinoceronte blanca del norte de 41 años de edad que vivía en un zoológico de San Diego (EE UU), la situación de la especie ha empeorado notablemente. En los últimos meses, los veterinarios de Ol Pejeta han realizado controles de salud a los tres rinocerontes, dos hembras y un macho, para evaluar sus posibilidades de reproducción.
Los exámenes determinaron que las dos hembras no pueden reproducirse de forma natural: Fatu, la más joven, tiene lesiones degenerativas en el útero mientras que su madre, Najin, tiene las patas traseras muy débiles, lo que dificulta que pueda ser montada. Los veterinarios también detectaron problemas en los espermatozoides del macho, Sudán, de 42 años, que dificultan las posibilidades de reproducción. Teniendo en cuenta estas circunstancias, un comité de expertos pensó en combinar óvulos y esperma en el laboratorio para crear embriones que puedan gestarse en otras variantes de rinocerontes. De hecho, el esperma de Sudán ya ha sido congelado en un banco de semen de manera que, aunque falleciera, se pudiera usar para engendrar nuevos ejemplares.
No será una tarea fácil, y calculan que se podrían tardar hasta tres años en desarrollar las técnicas requeridas, para las que se necesitaría una inversión de cerca de un millón de dólares. Durante años, el ser humano ha contribuido con la caza furtiva a la extinción de estos animales, cuyos cuernos se pagan a precios superiores al oro en los mercados asiáticos debido a supuestas propiedades curativas y afrodisíacas. Ahora, también está en sus manos ayudar a salvarlos a través de una campaña para recaudar fondos y financiar esta investigación bajo el lema «Haz un rinoceronte, salva una especie». De momento ha conseguido recaudar más de 16.000 dólares.
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