El Didgeridoo, la voz de la Tierra

El didgeridoo es un instrumento aborigen del norte de Australia, cuyo origen se remonta, según leyendas de esta ancestral cultura, al tiempo de los sueños.

Existen cuevas en este continente donde el didjeridu aparece reflejado en algunas pinturas rupestres, por lo que no hay duda de que se trata de un instrumento milenario. Los primeros pobladores de Australia aparecieron hace unos 40.000 años, aunque según algunos expertos puede que fueran 60.000 años. El didgeridoo nace en Arnhem Land y se extiende al norte de Western Australia y norte de Queensland, pero en la actualidad su uso ha llegado al resto del continente debido a su vibrante y mágico sonido; también al turismo, pues es uno de los símbolos más emblemáticos de la cultura aborigen australiana. Recientemente nos están llegando noticias de que también en América de Sur, al menos en tribus de zonas amazónicas, este instrumento forma parte de sus culturas milenarias, siendo utilizado también con la técnica de las respiración circular y denominado en alguno de estos casos con el nombre de «Turu».

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Los aborígenes de Australia lo nombran de forma diversa según la tribu o su ubicación geográfica, pero al parecer entre ellos es más conocido como yidaki, que significa «el cuello del emú», (especie parecida al avestruz que habita en tierras australianas). También puede llamarse aritjuda, mago, yiraka, yigi, emu, ebora, gurrmurr, djlupu, o infinidad de nombres más. Didgeridoo es el término que asignaron al instrumento los primeros colonos ingleses, ya que su sonido parecía emitir esa palabra al ser interpretado por los aborígenes.

El yidaki es un instrumento chamánico utilizado tradicionalmente por hombres en rituales y fiestas, o también como simple juego, pudiendo en este último caso, ser usado por mujeres de la comunidad. En las manikay, que son la forma musical más típica en Arnhem Land, el didge acompaña la voz y los clapsticks. En algunas tribus los clapsticks son sustituidos por boomerangs que se usan como instrumentos de percusión.

Los aborígenes han sido capaces de «mapear» su territorio gracias a canciones que transmiten de generación en generación y que acompañan del didgeridoo.

Originalmente es un tronco o una rama de eucalipto vaciada longitudinalmente y de forma natural por las termitas [¿sabías que hay tantas termitas en el planeta que, a pesar de su diminuto tamaño, el peso de todas ellas duplica al peso de toda la especie humana?]. Éstas devoran la parte interior del tronco, convirtiéndolo en un potente amplificador de sonido.

El didgeridoo produce un tono fundamental bajo y una gran variedad de armónicos, en un sonido a menudo muy similar al acorde de voz de los monjes tibetanos. Es fácil de tocar, no requiere experiencia musical y tampoco es necesario saber solfeo. La respiración circular permite mantener el sonido ininterrumpidamente y además aporta notables beneficios. Según un reciente estudio científico, se sabe que tocar regularmente el didgeridoo mejora el sueño, reduce los ronquidos y disminuye la somnolencia diurna. Todo esto sin olvidar los beneficios que aporta tomar conciencia de nuestra propia respiración. Su práctica oxigena y se convierte en un momento meditativo que serena y despeja la mente.

Su sonido es hipnótico y puede ser muy relajante o muy rítmico. Su vibración transmite la energía de la Tierra y la conexión con la Naturaleza. Actualmente, en nuestra sociedad, además de utilizarse como instrumento de música se usa para sanación por musicoterapeutas.

Al didgeridoo se le conoce como la serpiente del arco iris; el puente entre la tierra y el cielo y por medio de su sonido se une la conciencia con las leyes invisibles y la energía de la Naturaleza.

Los aborígenes dicen: «Si la Tierra tiene una voz, ésta es la de un Didgeridoo»