Cuando el hombre se convirtió en pez

En la actualidad contamos con modernos equipos de buceo, submarinos o ROVs (vehiculos operados de forma remota) que nos permiten ver lo que pasa por debajo de la superficie del océano. Aún así, el fondo del mar sigue siendo un lugar recóndito, y los fondos oceánicos continúan en su mayoría inexplorados a día de hoy.

Seria en Francia en el año 1943 cuando el archiconocido Jacques-Yves Cousteau y el ingeniero Emile Gagnan revolucionarían y cambiarían para siempre el mundo del buceo, al introducir la escafandra autónoma, liberando a los buzos del cordón umbilical que les mantenía “atados” a la superficie. A este equipo de respiración, que no era más que mejoras de otros inventos ya existentes, lo denominarían “aqualung” (pulmón acuático), y es la base de funcionamiento de todos los reguladores de aire utilizados en la actualidad, tanto en buceo deportivo como profesional. Este hito, así como los avances en medicina hiperbárica, han impulsado al submarinismo a limites nunca antes conocidos, pero, ¿cómo fue la historia hasta llegar aquí?…

«The best way to observe a fish is to become a fish»

(La mejor manera de observar un pez es convertirse en un pez)

— Jaques Cousteau

 

Los primeros buzos

Para las civilizaciones antiguas sumergirse en el mar era un viaje hacia lo desconocido, una aventura inquietante y peligrosa hacia un nuevo mundo por descubrir.  Los primeros buceadores que los científicos e historiadores consiguen identificar están datados aproximadamente sobre el año 6000 a.C. en lo que hoy es Chile, restos momificados de personas que sufrían exostosis, un crecimiento anormal del hueso que recubre el conducto auditivo externo para proteger al tímpano de condiciones externas extremas exposición continua al frío del viento y del agua.

Los primeros buzos eran pescadores o recolectores, que buceaban a pulmón para explorar los recursos marinos. Durante estas épocas los naufragios eran comunes, y en ocasiones las cargas de estos navíos eran suficientemente valiosas como para tratar de recuperarlas con todos los medios disponibles, lo que implicaba el uso de buceadores a pulmón.  Estos barcos hundidos a menudo estaban demasiado profundos como para recuperar su carga mediante el buceo a pulmón, por muy preparados que estuvieran estos “apneistas”, que de hecho lo estaban, ya que se entrenaban para esta labor desde la infancia. Fue entonces cuando se empezaron a desarrollar métodos que permitieran bajar más profundo y prologar la estancia bajo el del agua.

La campana de buceo es uno de los primeros artilugios desarrollados.  Los primeros datos conocidos de su uso datan del siglo IV a.C., y fue descrito por Aristóteles… “permiten a los buceadores respirar igualmente bien debajo un caldero, porque este no se llena con agua, pero conserva el aire, ya que está obligado por la presión bajo el agua«.

Su funcionamiento era muy sencillo, la pesada campana se sumergía en el agua atrapando aire a presión en su interior. Los submarinistas podían entrar por debajo de la campana a respirar el aire contenida en ella, hasta que esta se agotaba.

A parte de la campana de buceo se desarrollaron otros artilugios o inventos, la mayoría de ellos con fines militares y para ser usados por los buzos de combate (los hombres rana). Es conocido el caso de Alejandro Magno, que en  el año 332 a.C. utilizó apneistas para desmantelar las barreras submarinas que impiden a sus barcos entrar en el puerto durante el asedio de Tiro. Estos buzos eran conocidos como “urinatores”, eran buceadores del ejército romano, entrenados y enviados al combate con el propósito de infligir daños al enemigo de manera sigilosa y submarina. Estos urinatores utilizaban odres de cordero llenos de aire a modo de equipos autónomos de buceo.

Cuenta la leyenda que Alejandro Magno, uno de los discípulos más aventajados de Aristóteles, fue el primer buzo de la historia. Se sumergió en el mar metido en “un recipiente muy fino hecho enteramente de cristal blanco” y que encontró un monstruo marino que tardó tres días enteros en recorrer su longitud.

La aparición del narguile y  la escafandra

La escafandra clásica es un invento del siglo XIX y se debe al inglés Augusto Siebe, pero existieron muchos modelos que a modo de antecesores promovieron su aparición. Muchos de ellos no llegarían a ser probados o tendrían resultados desastrosos en la práctica.

La escafandra de Siebe (1819) era un casco esférico, que el buzo se apoyaba sobre los hombros, la pieza metálica iba unida a una especie de chaqueta de cuero que le llegaba hasta la cintura que es por donde expulsaba el aire sobrante de la respiración. El aire lo recibía por medio de una bomba a través de la parte superior del casco y se eliminaba por una válvula situada al lado derecho de la parte inferior de éste. A raíz de estos inventos los tiempos y profundidad de buceo se aumentaron notablemente, lo que provoco también la aparición de los problemas de aeroembolia y descompresión, entre otros.  Se empezaria a desarrollar la medicina hiperbarica,  principalmente por el fisiologo escoces John Scott que formularia las primeras tablas descompresion, que serian aceptadas por la U.S. Navy en 1915.

La utilización de todos estos artilugios que permitían suministrar aire a presión desde la superficie por medio de un narguile supusieron un gran avance en la historia del buceo, y culminarían con la aparición del sistema “aqualung” del que ya hablamos al inicio, el cual eliminaría el narguile de la ecuación y daría al fin total  libertad y autonomía a los buzos… en ese momento el hombre se convirtió en pez.

 

D. LUIS FERRERO VICENTE,

DOCTOR EN CIENCIAS DEL MAR Y BUCEADOR PROFESIONAL

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