La amapola
La amapola común es una especie que se conoce en todas partes y que se denomina amapola de campo.
Agarrándonos al hecho de que la amapola es una planta que lleva con nosotros bastante tiempo, es interesante que sepamos algunos detalles mágicos para los que utilizaban nuestros antepasados sus semillas y germinación. Su flor siempre ha sido hermosa y en muchas ocasiones ha habido civilizaciones que la han considerado poderosa y llena de fuerza.
Tradicionalmente se ha utilizado con fines mágicos en hechizos dados a la fertilidad, a recuperar amores pasados o al embrujo de los nuevos. También se ha marcado para necesidad de dinero o la búsqueda de la suerte.
Según se ha estudiado en base a las leyendas que hay sobre ellas, algunas brujas echaban semillas de amapola en el plato de la persona amada para que así, cuando se lo comiese, ésta cayese rendida a nuestros pies sin más. No obstante es la sábana con la que la primavera cubre los paisajes y a su vez un gran símbolo de un doloroso momento de nuestra historia reciente.
John McCrae fue un médico de origen canariense que sirvió como cirujano en un hospital de campaña durante la Primera Guerra Mundial. Además de su vocación por la medicina, McCrae era un gran amante de la poesía y siempre que podía (o era visitado por las musas de la inspiración) escribía algún poema. Cuando tras acudir al funeral de su compañero Alexis Helmer, fallecido en el campo de batalla, el acto fúnebre le inspiró para escribir un poema que tituló «En los campos de Flandes» y en el que hacía mención a las amapolas que brotaban de las tumbas de los soldados que habían muerto en aquella guerra.
Conmovidos por el poema de McCrae durante una conferencia el 11 de noviembre de 1918 coincidiendo con el final de la guerra se repartió una amapola entre los asistentes en memoria por los caídos. Desde entonces es recurrente que durante el mes de noviembre se lleve una de estas coloridas flores en el pecho o en el pelo en recuerdo.
El poema «En los campos de Flandes» dice así:
«En los campos de Flandes
crecen las amapolas.
Fila tras fila
entre las cruces que señalan nuestras tumbas.
Y en el cielo aún vuela y canta la valiente alondra,
escasamente oída por el ruido de los cañones.
Somos los muertos.
Hace pocos días vivíamos,
cantábamos, amábamos y éramos amados.
Ahora yacemos en los campos de Flandes.
Contra el enemigo continuad nuestra lucha,
tomad la antorcha que os arrojan nuestras manos agotadas.
Mantenerla en alto.
Si faltáis a la fe de nosotros muertos,
jamás descansaremos,
aunque florezcan
en los campos de Flandes,
las amapolas».