¿Por qué perdimos el vello corporal?

Sucedió en el África ecuatorial hace un par de millones de años con la aparición de los primeros homínidos que andaban erguidos, como el Homo ergaster. Un cuerpo alzado daba  ventajas a la hora de conseguir alimento: su aspecto resultaba  más amenazante para los depredadores y suponía menos superficie corporal expuesta a las altas temperaturas.

Es por ello que la antropóloga estadounidense Nina Jablonski, de la Universidad Estatal de Pensilvania, asegura que “perdimos el pelo cuando aparecieron los homínidos que por primera vez estiraron su curvado cuerpo y retiraron los nudillos del suelo para situarse sobre dos patas”. Según apuntan los estudios científicos  la evolución favoreció la pérdida de pelo para evitar el sobrecalentamiento corporal y poder correr en un entorno  de temperaturas muy altas.

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Un sobrecalentamiento, para cualquier ser vivo, significa la muerte. Si nosotros tuviésemos pelaje, nos recalentaríamos al correr, ya que el pelaje retardaría la evaporación del sudor. Así, la pérdida de vello corporal no debe verse como un hecho aislado, sino dentro de un conjunto de adaptaciones que tuvieron lugar durante el camino evolutivo. Así que si bien el pelaje puede ser una protección contra el sol, se perdió a favor de una adaptación para correr bajo el sol, no obstante, se mantuvo el pelo de la cabeza como una protección contra la insolación.

Pistas actuales demuestran que, en un momento determinado el vello invadió nuestro cuerpo. Se puede observar  durante la gestación de un ser humano. Entre el quinto y el octavo mes de embarazo, el feto está casi cubierto de vello fino, que se conoce como lanugo, pero luego lo pierde. Sólo se puede ver en los bebés prematuros.

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Por otro lado, no somos el único mamífero sin pelaje. Por ejemplo, los mamíferos voladores como los murciélagos, han perdido el pelo en las alas por la aerodinámica, pero lo mantienen en el cuerpo. Entre los que viven en madrigueras hay algunos casos, como la rata topo lampiña, que no tiene nada de pelo, o el armadillo, que tiene muy poco. También están los mamíferos acuáticos, como las ballenas, delfines, manatíes, etcétera.

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